miércoles, 9 de junio de 2010

Silvia Tomasa Rivera / Campo abierto / Tránsito vital


Silvia Tomasa Rivera
TRÁNSITO VITAL
O LA DESERTORA DE UN VERANO TRÁGICO


Aquella noche luminosa de mayo de 2001 llegó a la Posada del Poeta (una isla entre Xalapa y Coatepec) la actriz Leticia Colina, con quien me une una gran amistad. Iba acompañada de una muchacha delgada de ojos claros que portaba un vestido de terciopelo negro con una flor rosada en la solapa que la hacia diferente a las demás parroquianas. Leticia me saludó desde la entrada levantando la mano, yo levanté la copa de vino. Llegaron directo a mi mesa. Entre abrazos y risas, la Colina me platicaba lo bien que le había ido en la gira (estaba representando por todo el país La Vieja Clementina, obra de su autoría). No quise ser mala anfitriona, miré a su amiga y le pregunté ¿cómo te llamas? "Soy Flor" -me dijo-, "Flor Rivera." (Se le adivinaba un acento francés aunque no era muy marcado.) "Es Flor", me gritó Leticia, mientras saludaba al hombre del sax. El lugar estaba abarrotado, era un sitio donde iban los artistas y los que querían ver a los artistas. Se tomaba buen vino y las conversaciones se elevaban hasta la mera composición del mundo. En ese ambiente conocí a Flor, me llamó la atención su apellido, Rivera, igual que el mío. 
-¿De dónde eres? -le pregunté. 

-Soy mexicana, bueno madre francesa y padre mexicano. ¿Y tú, de dónde eres? 
-De la Huasteca. 
-¿A qué hora empieza tu numerito? 
-A las doce. 
Yo decía poemas en ese bar, me acompañaba un pianista loco, a la gente le gustaba vernos. Hablamos de muchas cosas, de la vida, del amor, de los hijos. A partir de ese momento las veces que la vi están muy grabadas en mi memoria. Teníamos una buena amiga en común y eso de alguna manera nos daba confianza. Cierta vez tuve un problema personal cuando acababa de terminar mi libro Como las uvas, y entre el poema y el final del libro caí en un avatar donde todo me parecía castaño oscuro. Flor era terapeuta gestal, la busqué. 
-Me está llevando la fregada -le dije-, no vuelvo a escribir otro libro. Siento que me hundo en un pozo profundo de desdicha. La poesía no tiene definición, es horrible escribir algo que no tiene definición. Tampoco la hay para la vida ni para la muerte. Cada quien tiene su propia percepción del tema, pero de ningún modo es una definición absoluta. Es sólo un sentimiento de recepción intransferible.
El verbo de la subjetividad emitía un sonido cada vez más agudo. Había que enfocar la mente hacía la realidad, y la instancia real más próxima era, primero el reconocimiento y luego la aceptación de una depresión postparto, postlibro, postamor. Y ahí estaba Flor Rivera, recomendándome a Andrea Seidel, la mejor terapeuta floral que me sacó adelante. Así era ella, siempre se rodeaba de personas mágicas. De sus pupilas emanaba una luz tranquilizadora, tal vez porque tenía el don de escuchar. Una mañana de principios de junio de este año (2004) estaba escribiendo mi libro, Transito lunar, que ya se perfilaba hacía el final, y sentí angustia. Voy a ver a Flor, pensé. En el desorden de mi estudio no encontré la agenda donde tenía su teléfono. Le hablé a la amiga con la que estaba la última vez que la vi:
-Nena, pásame el teléfono de Flor.
(Lo que me dijo, todavía no puedo digerirlo, a pesar de que ya casi nada me sorprende.)
-Oye, pues en que mundo vives tú, ¿no sabes lo que pasó? 
-No sé nada -le dije-, ni siquiera he salido de mi casa porque estoy terminando un libro. Desconecté el teléfono.
-Pues Flor, no es Flor, ya se la llevaron.
-No manches, güera, cómo que Flor no es Flor. ¿A dónde se la llevaron?
-Ahorita a México, a la cárcel de Santa Marta Acatitla, pero la van a extraditar a su país, es francesa, se llama Hélene Castell.
-¿Y tú no sabías nada? 
-No, nunca me platicó nada, en sus cosas personales era muy reservada. Consigue el periódico para que te enteres -me dijo, con voz apagada-, yo no sé gran cosa.
Fui al periódico y conseguí el boletín de la PGR.


México, D. F., 13 de mayo del 2004
DETIENEN CON FINES DE EXTRADICION A LA FRANCESA HELENE HERIETTE CASTELL (A) FLORENCIA RIVERA MARTIN

Como resultado del trabajo de gabinete y campo realizado por efectivos de la Procuraduría General de la República fue detenida Hélene Heriette Castell de nacionalidad francesa en cumplimiento a una orden de detención provisional con fines de extradición internacional, girada por el Juez Octavo de Distrito en Procesos Penales Federales en el Distrito Federal, durante un operativo efectuado en la ciudad de Xalapa, Veracruz.
Heriette Castell está acusada en su país por los delitos de “atraco y secuestro”, ya que de acuerdo a información proporcionada por las autoridades francesas, el 30 de mayo de 1980 participó junto con otras seis personas en un asalto a la oficina del Banco Nacional de París.
En esta oficina, ubicada en la calle Lafayete número 44 Distrito 9 en París, Francia, la inculpada y sus cómplices sometieron a algunas personas como rehenes para lograr escapar, además dispararon en contra de funcionarios de la policía e hirieron al director del citado banco. 
Por lo anterior, Hélene Castell fue juzgada en ausencia por la sala de criminal de París el 16 de mayo de 1984. 


Casi tres meses estuvo detenida en la cárcel de Santa Marta Acatitla, esperando la extradición. En ese lapso, hubo todo tipo de especulaciones acerca de su verdadera identidad, que ella había protegido tan celosamente. Nadie sabía nada. Sólo el que carga el morral sabe lo que trae adentro. El 7 de agosto, leo en la sección policiaca del Diario de Xalapa la nota de la periodista Lourdes López:

Hélene Heriette Castell la francesa que en esta capital se hizo llamar Florencia Rivera Martin, fue entregada por la Procuraduría General de la República en extradición a las autoridades del ministerio de Justicia de Francia ya que en aquel país está acusada por los delitos de atraco y secuestro, informaron fuentes federales.  Como dato curioso, la detenida estuvo a punto de salvarse de ir a prisión pues estaba a unos días de que el delito por el que se le acusa prescribiera.

No hay modo de hacerse a un lado cuando el destino apunta con su flecha certera la vulnerabilidad del ser. El frente de la deuda.

Será Flor o Hélene o la golondrina desertora de un verano trágico. Lo cierto que en este país que eligió como suyo, dejó a su paso un halo de dulzura que nada tiene que ver con bombas y secuestros. Cuando el asalto al Banco Nacional de París (1980), Flor tenía veinte años.

Pienso en los versos del poeta peruano Sebastián Salazar Bondy: toda muchacha pierde alguna vez las alas/ en un cristal que se despeña por una oscura pendiente. 

Pasó otros veinte, en México, con lo que de forma oficial se conoce como doble identidad, pero su corazón era uno solo, transparente, como el agua que limpia la tormenta.


01/12/2004
http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=659994




Lea, además
BIOGRAFÍA DE SILVIA TOMASA RIVERA





1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo contigo, Flor (Helene) es de una dulzura que me impactó desde el momento que la conocí (la conocí en Huatulco, antes de que ella y su compañero se fueran a vivir a Xalapa). Errores de juventud los cometemos todos. Ella, sigue intacta.
    Flora

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