martes, 28 de junio de 2011

Miguel Barros / Blackthorn

Sam Shepard en Blackthorn

Miguel Barros
BLACKTHORN

POR CHUSA L. MONJAS
03/06/2011

El guionista Miguel Barros se atreve con el western Blackthorn, que inauguró el Festival de Las Palmas y se presentó en el Festival de Tribeca. Nunca se le había pasado por la cabeza escribir una película del Oeste. “Vivir de los guiones es muy complicado en todos los sitios, no solo en España, porque estamos bastantes desorientados. En estos momentos, el mundo del cine es confuso, pero después de haber escrito un western rodado íntegramente en Bolivia me atrevo con todo”, dice Miguel Barros. Con la participación del veterano Sam Shepard, la peruana Magaly Solier, el irlandés Stephen Rea, el español Eduardo Noriega y Nicoj Coster-Waldau, dirigida por Mateo Gil, la película narra los últimos días de Butch Cassidy. El viaje a caballo que realizó Barros siguiendo la ruta del forajido Butch Cassidy y su amigo Sundance Kid. Estos legendarios personajes huyeron de la justicia de los Estados Unidos y murieron en Bolivia en la primera década del siglo pasado, tiroteados por el ejército de aquel país, al menos, eso es lo que dice la versión oficial. La historia dio vueltas en la cabeza de Miguel Mateos hasta que lo obligó a la escritura, transformándose en un precioso guión para Mateo Gil.




 Y eso que su idea original era hacer un documental sobre los cambios políticos que llevaron a Evo Morales al poder.

Impulsado por la aceptación que tuvo el documental que dirigí en Brasil, Los sin tierra, cogí la cámara y me fui a Bolivia siguiendo a un Evo Morales antes de convertirse en una figura pública. Tenía imágenes muy interesantes, pero me encontré a un director español muy conocido que, arropado por un equipo norteamericano, estaba haciendo el mismo trabajo que yo. Entendí que no había espacio para dos documentales sobre el mismo tema, lo curioso es que, al final, no se hizo ninguno.

Pero usted se quedó en Bolivia.

Soy un enamorado de ese país. Con la diseñadora de vestuario Clara Bilbao, recorrí a caballo los lugares por los que había estado Butch Cassidy y donde, supuestamente, murió. Esa experiencia tan especial y mi amor por la películas de vaqueros me animó y cuando volví a España sin documental y con Cassidy en la cabeza, me empecé a documentar sobre él y en unas semanas escribí un guión al que, honestamente, no veía ningún futuro.

¿Qué pasó?

Mateo Gil, amigo mío hace muchos años, me vino a visitar a la ría de Pontevedra, y leyó esta historia inacabada. Se ilusionó, pero él estaba con Pedro Páramo. Pensé que todo se quedaría en un dulce cuento porque en España no se ha hecho un western en los últimos 30 años. Acabé el guión y quedó aparcado hasta que lo recuperamos cuando se cae el proyecto de Mateo. Luego, el productor Andrés Santana, que ha sido todo generosidad y valor, se empeñó en sacar adelante la historia y aquí estamos.
 

Va de sorpresa en sorpresa porque el filme concursó en Tribeca.

Hubo momentos mágicos como los pases con público. Nueva York es una ciudad que lo ha visto todo y tuvo una gran acogida. Además, jugábamos en un país que ha inventado este género y lo ha llevado a las cotas más altas. El golpe podía haber tremendo.

¿Tiene una teoría para explicar esta aceptación?

Creo que el cine actual, el que domina las carteleras, ha perdido un poco el poder de narrar y el espectador se ha olvidado de escuchar que le están contando una historia. Ahora el cine es más físico, es una experiencia vital porque el 3D te hace sentir miedo, te baja, te sube… Y el western es básico y sencillo, recupera esa sensación de sentarte a escuchar una historia con unas líneas morales, políticas y de aventura muy marcadas, y te transmite paz.

En los últimos años, pesos pesados como Clint Eastwood y los hermanos Coen han revisitado este género con éxito.

El western acaba siendo hoy una gran carga de nostalgia y de auto homenaje al cine. En la mayoría de los últimos westerns hay un guiño al cine que se hacía en una América que ya no existe y que no volverá. La industria del cine es joven, tiene algo más de cien años y tiene su mitología. El western es como los griegos. Y en EE.UU han creado el mundo antes de que éste muera porque han hecho mitos a los vivos. Por ejemplo, el legendario sheriff Wyatt Earp trabajó como asesor de películas del Oeste en Hollywood.

La película se va a distribuir en Estados Unidos.

En los pases del festival, varias productoras pujaron por Blackthorn. Al final, Magnolia Films la exhibirá en salas de EE.UU y Canadá. Aquí la figura de Sam Shepard ha sido fundamental porque es dramaturgo, guionista, actor, director, ha ganado el Pullitzer. Es uno de los autores más importantes de EE.UU, además de ser un hombre muy comprometido.

Mateo Gil, coguionista de la mayoría de las películas de Alejandro Amenábar, es el director.

Quiero subrayar su humildad y falta de protagonismo por dirigir algo que él no ha escrito. Los directores, para bien o para mal, escriben sus propias historias o en algunos casos lo hacen en colaboración de una o dos personas.

¿Metió mano al guión?

Claro, es parte del proceso porque un guión no es una obra cerrada. Nos encerramos y reescribimos el texto varias veces. Escribiendo soy muy impulsivo, excesivo, mientras que él es más racional. Me decía corta, no te enrolles…

Shepard también es guionista.

Estuve todo el rodaje porque dirigí la segunda unidad. Con Shepard conecté muy bien. Sé que ha sido testarudo. Es un hombre complicado, algo taciturno, y tenía una visión clara del guión que no siempre estaba en consonancia con Mateo, que tuvo mucha mano izquierda. Lo importante es que los dos están muy satisfechos con el filme.

Blackthorn presenta al legendario Butch Cassidy sesentón y su relación con un joven ingeniero de minas español a quien han acusado de robar en su empresa. ¿No le imponía Dos hombres y un destino y su mítico final, con Robert Redford y Paul Newman saliendo de su escondite para enfrentarse en un tiroteo con las fuerzas del orden?

Mateo y yo revisamos esa película cuando el guión estaba bastante avanzado. Es fabulosa, pero la que más me gusta es Grupo salvaje. Dos hombres… es una gran comedia, con dos monumentos como Newman y Redford, pero la nuestra no tiene ni su tono ni las intenciones. La nuestra gira sobre un hombre mayor, por lo que las comparaciones son menores. Blackthorn es, en el mejor sentido de la palabra, poco ambiciosa porque no es pretenciosa, no persigue apabullar.

Los escenarios son un protagonista más.

Es un entorno hermoso y brutal porque está a 4.000 metros de altura. El altiplano boliviano está deshabitado porque muy pocas personas son capaces de vivir allí. Cassidy sobrevivió porque se adaptó al medio. Como solo voy a hacer una película del Oeste en mi vida, pues mejor en Bolivia que en Almería.

No es fácil conseguir un reparto como el de Blacktorn.

Era más complicado tener a Sam Shepard que a un actor de fama internacional porque está semiretirado. Dijo que sí una semana después de mandarle el guión. Eduardo Noriega fue muy generoso porque retrasó proyectos que tenía por estar en la película y, además, trabajó en inglés.

La película habla de la libertad, el compromiso y la lealtad, el valor, la traición, la propiedad y el dinero, la justicia, la amistad y reflexionan sobre la vejez.

Me parece mucho más interesante un hombre o una mujer de cierta edad que sabe lo que es importante y lo que no lo es, que está de vuelta, que un joven que se inicia en algo.

Muchos guionistas españoles se han curtido en la televisión.

He escrito tres tv-movies. No rechazo ese medio, pero yo he escrito para cine. He vendido algunos guiones que no se han llegado a producir.

¿Qué diagnóstico hace de los guionistas en nuestro país?

Vivo en un pueblo de la costa gallego, no me relaciono con la gente del cine, pero supongo que, como yo, la mayoría viven mal. Muchos ven en la escritura el camino para dirigir, pero no es mi caso. Escribo encargos, pero fundamentalmente creo lo que me apetece, no pienso en si va a funcionar o es comercial.

Después del western en Bolivia ¿qué le atrae?

He cambiado los caballos por los osos polares y Bolivia por el Polo Norte para contar una historia inspirada levemente en hechos reales sobre dos mujeres.

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