jueves, 8 de septiembre de 2011

Los últimos 240 minutos del grafitero abaleado

Flower Coctail
Banksy

Los últimos 240 minutos
del joven grafitero abaleado

EL TIEMPO reconstruye lo que habría pasado la noche en que murió Diego Felipe Becerra.


Marchas por la muerte de Diego Felipe Becerra
Foto de Carlos Ortega

Hipótesis

A juzgar por las hipótesis que se conocen sobre las circunstancias en que se habría producido la muerte del grafitero Diego Felipe Becerra, todo indicaría que se trató de una trágica jugada del destino.
            Hasta ahora, lo que las evidencias muestran es que pudo tratarse de dos historias paralelas con un destino fatal. Una comienza en la avenida Boyacá con Américas y la otra en la Boyacá con calle 167. 
           En el primero de los casos, según el relato de testigos y la propia versión de la Policía, el pasado 19 de agosto tres jóvenes y una mujer subieron a un microbús de la empresa Cootransniza hacia las 9:45 p.m. y minutos más tarde atracaron a sus 15 pasajeros con armas blancas y una pistola.
En la versión entregada el lunes a EL TIEMPO por el conductor Jorge Narváez, este aseguró que identificó a Diego Felipe como uno de los presuntos asaltantes. Y dijo que él llevaba un arma de fuego y que lo había despojado de 60 mil pesos.

La otra cara de la moneda

La otra versión señala que, a las 6:30 de la tarde, tres jóvenes y una muchacha empezaron a caminar por la avenida Boyacá en sentido norte-sur, desde la calle 167, según familiares de Diego Felipe y compañeros que estaban con él.
El muchacho -que cursaba undécimo grado en el Colegio de la Universidad El Bosque- y uno de sus amigos comenzaron a dibujar grafitis. Pocas calles más adelante, compraron una botella de Whisky, que fueron bebiendo por el camino. Mientras Diego Felipe pintaba caras del gato Félix, otro compañero lo hacía con rostros alargados y los demás vigilaban que no apareciera la policía. Hacia las 10 p.m., los cuatro llegaron al puente de la calle 116, luego de un recorrido de más de 40 cuadras.

Desenlace fatal

A esa misma hora y en ese mismo lugar -de acuerdo con los testimonios recogidos hasta el momento- del microbús habrían salido los cuatro delincuentes que atracaron a sus ocupantes. Uno de los pasajeros, que logró ocultar su celular, llamó a la línea 123. "Nos acaban de atracar en una buseta... Un muchacho tenía una pistola", relató.
De inmediato, la información fue distribuida por el Centro Automático de Despacho (CAD) de la Policía y se informó a las unidades cercanas al sector. Dos patrulleros acudieron en un vehículo al lugar. Allí se habrían encontrado, efectivamente, con tres jóvenes y una mujer, solo que no se trataba de los atracadores sino de los grafiteros.
Los uniformados habían recibido la advertencia de que los asaltantes iban armados y no descartaban que se pudiera presentar un enfrentamiento. Los jóvenes, al notar la presencia de los patrulleros, corrieron. "Yo le había prohibido que pintara grafitis sin autorización. Yo sé que él se asustó y decidió correr", dice Liliana, madre del muchacho.
De un momento a otro y en medio de la oscuridad del sector, se escuchó un disparo. Wílmer Antonio Alarcón Vargas, de 24 años, fue el patrullero que accionó su arma. Según él, lo hizo porque supuestamente Diego Felipe le apuntó con una pistola que luego apareció en el sitio y hoy está en poder de Medicina Legal.
El muchacho cayó al suelo. Con voz temblorosa le dijo a uno de sus amigos "tengo dormidas las piernas" y le pasó un celular para que avisara a su madre. El mismo uniformado que disparó, alzó al joven y lo llevó hasta la avenida Boyacá, donde detuvo una camioneta para trasladarlo a la Clínica Shaio. Ingresaron a las 10:25 p.m., pero los médicos no pudieron salvarlo.
Desde entonces se han tejido toda clase de hipótesis. Pero el jueves se conocieron los resultados de la necropsia al cadáver del grafitero, en el que Medicina Legal estableció que sí tenía rastros de pintura en las manos, lo que corroboraría que efectivamente estuvo pintando grafitis esa noche, y que el disparo que le quitó la vida le entró por la espalda y le destrozó un pulmón.
Durante la reconstrucción de los hechos -que adelantó esta semana con testigos- el CTI encontró al menos 10 grafitis pintados en paredes y polisombras entre las calles 167 y 116. Incluso, apareció una cara del gato Félix sin terminar en una de las columnas del puente vehicular de la 116. "A mi hijo le gustaba pintar al gato Félix porque es un gato que siempre está feliz y tranquilo, así como era él", dice Gustavo Trejos, padre del joven.
Alarcón fue suspendido del servicio por 90 días, mientras se adelantan las investigaciones del caso. El general Francisco Patiño, comandante de la Policía Metropolitana, sostiene que en ningún momento se ha insinuado que Diego Felipe sea un delincuente y que tampoco ha descartado una posible responsabilidad del patrullero que disparó.
Este sábado, se realizaron dos marchas de grafiteros, amigos y familiares de la víctima que se encontraron en la calle 116 con avenida Boyacá, donde murió Diego Felipe. Lejos quedó el CAI Andes, de donde eran los patrulleros que esa noche atendieron el caso de la esquina de la 116 con Boyacá, donde al parecer se cruzaron el destino con la tragedia.

Carlos Guevara
Redactor de EL TIEMPO


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