domingo, 16 de octubre de 2011

Más de un millón de ratas


MÁS DE UN MILLÓN DE RATAS
Chinos que viven bajo tierra

Por Ángel Villarino
Para El Tiempo desde Pekín
24 de septiembre de 2011

Sólo en Pekín más de un millón de chinos sobreviven en los subterráneos y se les conoce como “ratas”. Preparan su comida en cocinas comunales. Muchos no están ahí por gusto: 'arriba' no pueden pagar un arriendo.




Millones de chinos viven en pasillos subterráneos, refugios aéreos o nucleares, excavados en las entrañas de las grandes ciudades. Fueron construidos para proteger a la población civil en caso de guerra, pero han acabado transformándose en auténticos barrios enterrados, donde habitan quienes no se pueden permitir el lujo de existir en la superficie.
A sus moradores se les conoce como "ratas" y su silencioso trajín tiende a pasar desapercibido para quienes hacen sus vidas por encima.
Las "ratas" no están ahí por gusto. En lugares como Pekín, Cantón o Shanghái, los precios de la vivienda se han hecho inalcanzables para los emigrantes llegados del campo, así como para la mayoría de los jóvenes que acaban de conseguir su primer empleo, incluso si tienen un título universitario.
Como tantas otras cosas en la China de hoy, el "país subterráneo" ideado por Mao Zedong para proteger su revolución ha acabado sucumbiendo a la lógica del mercado. En poco más de dos décadas, el negocio del ladrillo ha pasado de inexistente a omnipresente, una burbuja que muchos expertos ven a punto del estallido. En estas circunstancias, cualquier hueco es utilizable, aunque sea bajo tierra.
La persona que venimos a visitar, el albañil Wei Han, llegó hace poco más de un año de la provincia de Henan y comparte una habitación de unos ocho metros cuadrados con tres compañeros. "Me paso el día trabajando y vengo a dormir. ¿Para qué quiero más espacio? Además, si hay una guerra yo no tengo que preocuparme", bromea.
Sus compañeros de habitación ríen la ocurrencia, mientras devoran una cena a base de arroz y col; y se preparan para echarse a dormir sobre literas montadas con unos tablones y unas viejas mantas. Por la estrechez de los pasillos van pidiendo paso obreros, peluqueras, camareros, e incluso alguna familia con niños.
La principal ventaja de vivir bajo tierra es, por supuesto, el precio: entre los cuatro albañiles pagan algo más de 500 yuanes (80 dólares).
"En la obra gano 800 yuanes (125 dólares) al mes, y me dan tres comidas al día. Lo que me interesa ahora es ahorrar para mi familia, no vivir en mansiones", explica, impaciente por meterse en la cama, un compañero de Gao que no permite que tomemos fotografías.




Túneles contra un ataque nuclear de la Unión Soviética

De la noche a la mañana, el Partido Comunista ordenó excavar el verano de 1969 miles de nuevos túneles por todo el país, temiendo un inminente ataque nuclear de la Unión Soviética. En algunas ciudades se trabajó incluso con las manos desnudas y en turnos inhumanos, abriendo galerías insalubres y pobremente apuntaladas, muchas de las cuales ya se han venido abajo.
              Una década después, el miedo se convirtió en rutina burocrática y Pekín ordenó que cada edificio de la capital dispondría de su propio subsuelo a prueba de bombas. Hoy, debajo de la capital china hay suficiente espacio para alojar a toda la población de Dinamarca.
Algunos de estos "búnkeres" forman parte de los catálogos de las agencias inmobiliarias. Y lo cierto es que muchas "ratoneras" están perfectamente amuebladas, disponen de cámaras de vigilancia, conexión a Internet "wifi", e incluso lavadoras y un tendedero comunitario.
En una de las más modernas, habitada mayoritariamente por jóvenes licenciados, vive Wu Yunbo, un diseñador publicitario de 24 años que lo intentó todo para evitar acabar bajo tierra.
"Estuve en un piso en las afueras. Éramos decenas de personas en cada habitación, sin ventanas. En verano, el calor se hacía insoportable. Aquí estoy mejor y vivo sólo, incluso se puede quedar mi novia a dormir. Es húmedo, pero estoy ahorrando para comprar un deshumidificador. Pago 450 yuanes (70 dólares) al mes, que es cuatro veces menos de lo que cuesta una habitación en la superficie", explica.
Sólo en Pekín, las "ratas" son más de un millón. Y, últimamente, su principal reivindicación es que les permitan quedarse donde están, ya que algunos han empezado a ser desalojados por la Policía. La prensa oficial ha tanteado la sensibilidad de inquilinos y propietarios, revelando presuntos planes para acabar con la vida bajo tierra en cuestión de años.
"Se prevé que se intensifique la campaña próximamente, amparándose en que no son legales ni salubres. En realidad, lo que pretenden es no vengan más inmigrantes del campo y que se marchen los últimos en llegar porque la capital está demasiado congestionada y empieza a ser insufrible", explica un investigador social chino que prefiere mantener el anonimato.
"Los pekineses se quejan de los atascos, de que en el metro no cabe un alfiler, de que hay demasiada gente en todos sitios y de que los inmigrantes del campo aceptan cualquier salario con tal de ganar algo de dinero. Por eso el Gobierno quiere descongestionar la ciudad", agrega la fuente.
El tema, de hecho, se ha convertido en una de las muchas "cuestiones sensibles" en China y este corresponsal fue expulsado a empujones por los propietarios de varios "barrios subterráneos", sobre todo aquellos cuyos alquileres explota el Ejército.
Por ahora, los únicos que se han movilizado tímidamente para proteger las "ratoneras" son sus propietarios. ¿Cómo se convierte alguien en propietario de un búnker nuclear?
Algunos pagaron a los constructores de los edificios, otros simplemente los ocuparon y, sin disponer de registro de propiedad, empezaron a alquilarnos a campesinos. Hasta que a principios de los noventa, cediendo ante las necesidades de las grandes ciudades, el Partido Comunista Chino decidió ofrecer licencias, a condición de que se cumpliesen unas mínimas medidas de seguridad e higiene.




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