martes, 23 de febrero de 2016

La cultura de la trampa en el país de las abejas

Por Luis Eduardo Quintero
8 de septiembre de 2015
La gran mayoría de colombianos nos creemos la última maravilla en la existencia. Vivimos gritando que somos inteligentes, emprendedores, felices, 'echaos pa´lante' que nada nos queda grande y que no escogimos nacer en Colombia, simplemente tuvimos suerte. Los colombianos nos las sabemos todas.

Así esto signifique pasar por encima de los demás. Desde los primeros años nos enseñan a ser competitivos, a ser los primeros en todo, a lograr las mayores ganancias, pero poco o nulo nos hacen énfasis en los deberes que tenemos como ciudadanos. Como parte de un engranaje para que una sociedad funcione. Esos deberes pasan a un segundo plano. Al cuarto de lo innecesario para ser exitoso. De buenas yo, de malas usted.

La mal llamada malicia indígena. Y mal llamada así porque nuestros antepasados indígenas eran nobles y trabajaban en equipo para construir en común. ¿Pero adivinen quién llegó? La conquista española.
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Parece ser que el gen maldito de la viveza viene de ahí. Desde cuando nuestros queridos amigos españoles de esa época, con sus monarcas y sus métodos no tan santos impregnaron esta maldita maña sobre nuestros indígenas. Eran tan nobles y queridos nuestros ancestros que los españoles no tuvieron ningún problema en aprovecharse de ellos. Lo más decepcionante es que cuando Colombia se independizó del yugo español, quienes quedaron en el gobierno de la nación ¡¡¡continuaron haciendo lo mismo que tanto criticaron!!! Y 200 años después así seguimos.

Quien porta ese gen y lo desarrolla ni se entera. Cree que su actuación en sociedad es brillante y debe ser aplaudida. De hecho, hay quienes celebran este tipo de comportamientos.

·         La firma de abogados logró hacerle el quite a la ley para apoderarse de baldíos de la nación y engañar al Estado ¡Qué abogados tan brillantes!
·         El abogado que tumbó a la viuda y aun así logró ser magistrado. ¡Qué ingenioso!
·         El tino Asprilla vende sus bienes o los traspasa para evitar una demanda por alimentos. ¡Te amamos, Tino!
·         Hijos de políticos que usan sus influencias en el gobierno para montar empresas y realizar grandes negocios. ¡Bravo! ¡Qué ejemplo de emprendimiento!


País de abejorros.


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Ese destructivo gen viene en el organismo de todo colombiano. La diferencia es que algunos pocos han aprendido a controlarlo porque oportunidades para ser avivato en el país hay miles y miles. Todos los días en el acontecer laboral, en las relaciones con los demás, en el tráfico en la oficina, en los negocios.
Los ejemplos abundan a nivel personal:

  • Mucho pendejo este cajero que no me cobró unos productos.
  • Aquí suavecito voy haciendo doble fila con mi carro para girar. Eso nadie se da cuenta.
  • Me hago el dormido en el bus para no cederle el puesto a una mujer en estado de embarazo o a un adulto mayor.
  • Seguro si me parqueo en el espacio para personas con discapacidad física del Centro Comercial, nadie lo notará.
  •  Haré en el carro este cruce prohibido para ahorrarme el trancón. Espero que no haya un policía cerca. Pero si me roban el celular, gritaré ¿Dónde está la policía?


País de 'De malas por bobo'.
Y en la historia colombiana grandes avivatos han llegado a las altas esferas del poder público y privado a través de triquiñuelas. Y ahí siguen porque son tan vivos que saben cómo hacerle el quite a la ley, cómo diseñar la trampita, cómo engañar al inocente, cómo atornillarse en el poder. ¡Voten por mí!
Porque ser vivo paga, y paga muy bien. ¡Ay qué orgulloso me siento de ser buen colombiano!
Nos inundó la cultura de la trampa. De la trampa legal o ilegal. La que sirva. La trampa más rápida y efectiva. No importa si usted un colombiano del común, o un funcionario público.
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Hoy los tenemos de magistrados, presidentes, senadores, concejales, presidentes de empresas, autoridades de fuerza pública y millones en el diario vivir. Ese tramposito que se aprovecha del inocente, del noble, del que quiere hacer las cosas correctamente.
En lugar de  pensar y construir colectivamente esta sociedad y elevar el grado de capital social para avanzar como nación, nos enfocamos en cómo aprovecharnos de la menor debilidad de los demás para ganarles. Campeones de la trampita. Del todo vale.
País de 'pseudoavispados'
La pregunta es ¿nos ha servido ser vivos? Les ha servido seguramente a los avivatos, porque en Colombia pareciera que la ley está hecha para defender a quien la viola, que a quien la cumple.
Lo que no entienden estos abejorros, y seguramente nunca lo entenderán, es que esas pequeñas actitudes, desde colarse en una fila hasta parquearse cinco minuticos en plena avenida y en hora pico, ocasionan un detrimento como sociedad. El individualismo que destroza los países. 
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Y si usted lo hace y cree que nadie hace nada, tenga la seguridad de que se equivoca. Muchos lo están insultando mentalmente, pero no se lo dicen. Porque vaya usted reclámele a otro un comportamiento ciudadano ejemplar. Llega el insulto, la patada, el puñal o el disparo en la frente.

País de salvajes.

Cuenta la fábula que un colombiano inventó la máquina para viajar en el tiempo. Lo primero que hizo fue regresar varios siglos atrás a encontrar el primer colombiano que intentó colarse en una fila. Lo mató. Una vez regresó al presente, Colombia era una de las potencias más desarrolladas del mundo.

¡Qué lejos estamos!

Nota: Ninguna abeja o abejorro real fueron maltratados al escribir este artículo. Y me disculpo por comparar a semejante animal tan productivo, trabajador y colaborador con su colmena, con semejantes avivatos colombianos que pululan en el país.



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