lunes, 8 de agosto de 2016

Dorothy Parker / Colgando de un hilo / Reseña



Dorothy Parker
COLGANDO DE UN HILO
Reseña

  “Colgando de un hilo”. Dorothy Parker. Lumen. 2015. 200 páginas.

Dorothy Parker (Nueva Jersey, 1893 – Nueva York, 1967) fue una figura femenina muy destacada y singular del pasado siglo XX. Mujer culta, ingeniosa, inteligente y polifacética, cultivó una escritura cáustica y mordaz, de pluma ágil y lengua afilada (“Lo primero que hago por la mañana es lavarme los dientes y afilar la lengua”) y destacó como periodista, poeta, guionista de cine, dramaturga y cuentista. Colaboradora asidua de importantes revistas y publicaciones neoyorquinas, la película “La señora Parker y el círculo vicioso”, dirigida en 1994 por Alan Rudolph y protagonizada por Jennifer Jason Leigh en el papel de Dorothy, contribuyó, aunque tal vez de una manera no absolutamente fiel, a dar a conocer su faceta más social y literaria.

En España su obra escrita no es demasiado conocida y, pese a que su poesía todavía permanece inédita, la editorial Lumen ha ido publicando en los últimos años casi toda la obra narrativa de la escritora estadounidense. La más reciente de estas publicaciones es “Colgando de un hilo”, una colección de quince relatos breves, publicados originariamente en diversas revistas norteamericanas entre 1926 y 1957, aunque la mayoría date de los años veinte y treinta del pasado siglo. En la edición española de Lumen aparecen tres traductores (Jordi Fibla, Celia Filipetto y Carmen Francí) y es Simone Massoni quien ilustra el libro con unos elegantes dibujos de trazo fino.

El tema predominante en los cuentos de “Colgando de un hilo” es el amor de pareja, casi siempre desde la perspectiva de una mujer, desde un punto de vista femenino pero en absoluto feminista, al menos tal como hoy se entiende este manido término. Los relatos contienen muchos diálogos de un hombre y una mujer, alguno también entre dos mujeres, introducidos brevemente con gran economía de lenguaje, por medio de cuatro trazos que dibujan a los personajes antes de que estos comiencen a conversar: “El joven del esmoquin de corte elegante cruzó la atestada sala y se detuvo delante de la joven vestida de encaje verde y lo que tal vez fueran perlas”.

Con sarcasmo y acidez, Dorothy Parker retrata a la burguesía neoyorquina de los años veinte y treinta del pasado siglo para mostrarnos en algunos de estos cuentos el lado más oscuro de la vida urbana de ese periodo. El teléfono, y de ahí el título de esta colección, adquiere, como herramienta de comunicación entre los enamorados, una importancia capital en muchos de estos relatos. En el de inicio, encontramos el monólogo interior de una mujer que está esperando ansiosa junto al teléfono la llamada del hombre al que ama. Un teléfono fijo, por descontado, en una época en que ni siquiera se sospechaba la existencia futura del actual y compulsivo móvil. Otro elemento muy frecuente en estas narraciones es la bebida. Muchos personajes son asiduos a ella y, aunque hablan de dejarla, está claro que no tienen voluntad suficiente para hacerlo. A pesar de que esas narraciones se ambientan en parte en los años de la ley seca, el alcohol empapa a algunos de los personajes que conversan en los bares bebiendo una copa tras otra. También los celos y la desconfianza entre las parejas están muy presentes en estos cuentos. Los problemas de amor que, como dice uno de los personajes femeninos, pueden verse como “tonterías de una jovencita o como la peor angustia de la humanidad”. Mujeres enamoradas que crean un mundo de ficción pensando en que serán correspondidas, cuando en muchos casos el varón no alberga en absoluto esa intención de reciprocidad. A veces la chica se aferra a lo que le ha dicho en plena borrachera el hombre al que ama y que este ha olvidado una vez sereno; en otras ocasiones, la mujer inventa amantes jóvenes para intentar dar celos al hombre que le cuenta la atracción que siente por alguna muchacha nueva. Salvo algún cuento como el titulado “La liga”, en el que una mujer está sola en una fiesta porque se la ha roto la liga y se le va a caer si se levanta, situación que no parece que pueda darse en la actualidad, la mayoría de estos relatos refleja unas constantes en las relaciones amorosas que, aunque hoy tal vez algo transformadas, responden a los miedos y alegrías que el amor siempre genera en las personas que lo sienten: la necesidad de amar y ser amado, la soledad y el ansia que corroen al enamorado, las dudas e inseguridades, los celos y los miedos, las palabras expresamente hirientes, los malentendidos, la impaciencia o el deseo.

Aunque, según los expertos en su obra literaria, faltan en esta selección dos de sus mejores relatos (“Arreglo en blanco y negro” y, sobre todo, “Una rubia imponente” o “La gran rubia”, que Augusto Monterroso incluyó en su “Antología del cuento triste”), los cuentos que componen “Colgando de un hilo” son una magnífica manera de introducirse en la narrativa breve de esta singular escritora estadounidense del pasado siglo. Y sirven para conocer, de la mano de su mordaz y afilada pluma, algunas de las luces y las sombras que rodean a la condición femenina y a la pasión amorosa.






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