jueves, 19 de noviembre de 2015

Las siete vidas de Charlie Sheen

Charlie Sheen

Las siete vidas de Charlie Sheen

Una vida de adicciones. Una carrera del que fue el actor mejor pagado de la televisión

Tocó fondo con un polémico despido. Pero este intérprete dice que nunca pierde, y ahora protagoniza una serie de cifras millonarias


En el set de Anger Management llama la atención una puerta con el boquete que ha dejado un buen puñetazo, un agujero firmado alrededor por todos los famosos que han pasado por el rodaje de la nueva serie de Charlie Sheen. “Fui yo”, dice con orgullo y ni pizca de remordimiento. “Lo hice un día que no me salía el diálogo. Soy el tipo más loco del set y el que hace de psicólogo. Y mi mala leche está lejos de estar controlada. ¡De puta madre!”. Loco es uno de los calificativos más suaves que le describen. Sheen (Nueva York, 1965) es alguien que creció en el rodaje de Apocalypse Now, hijo de Martin Sheen y parte del linaje de Hollywood, que fumó su primer porro a los 11 años, pagó a su primera prostituta a los 15 (con la tarjeta de papá, pero sin su consentimiento), a los 21 protagonizaba Platoon y a los 23 era adicto a las drogas. Desde entonces y hasta sus 48 actuales, su carrera ha sido una montaña rusa de fracasos y éxitos, como su vida es una noria de escándalos, matrimonios fallidos, prostitutas y centros de rehabilitación.
Todo eso hasta ese 2011 cuando el entonces actor mejor pagado de la televisión, con millón y medio de euros por episodio en Dos hombres y medio, desató su propia hecatombe rodeado de sus “diosas del sexo” –a las que llegó a pagar 22.000 euros por noche–, consumiendo coca a lo Scarface y llamando de todo y de la forma más pública a los productores de esa serie que le encumbró hasta hacer de su despido una realidad bochornosa. Eso por no hablar de la “sangre de tigre” o del “Adn de Adonis” que dijo que corría por sus venas.
Si hay algo que nunca se le podrá llamar a Sheen es modesto. “Ya sea para agasajarme o para masacrarme, por extraño que parezca, esta industria me necesita. Mantengo vivo el interés. Soy el que dice las verdades. El que marcha a un ritmo diferente en medio de toda esta mierda”, sentencia el menor de los Estévez. Como dijo entonces, en el peor de sus momentos, y dice ahora, de nuevo camino a la cima, la victoria es suya.

En el set de su serie sorprende un puñetazo en una puerta. “Mi mala leche está lejos de ser controlada”
Es una victoria tan pírrica como increíble. Fueron muchos los que le dieron por muerto en Hollywood tras su enfrentamiento verbal y legal con Chuck Lorre, uno de los productores televisivos más importantes, detrás de series comoThe Big Bang theory o Dos hombres y medio. “El show tuvo suficiente testosterona para el resto de sus días”, declaró recientemente un educado Lorre en velada referencia al que fue su protagonista. Hubo incluso quienes temieron por la vida de alguien que a los 25 años acudió (y se escapó) a su primer centro de rehabilitación siguiendo el consejo de Clint Eastwood. Su padre le denunció a la policía para que le detuvieran como única forma de mantenerle con vida. “La adicción es una forma de cáncer”, resumió entonces un actor cuyos problemas con el alcoholismo también fueron públicos, y a veces violentos, pero que lleva sobrio más de dos décadas.
El actor se mira la mano derecha. Está vendada. ¿El puñetazo de la puerta? “Pescando en México”, dice algo decepcionado. Con su historial es difícil creerle. “Nada sexy, créeme. Lo mismo que afeitarte con la izquierda. Y otro par de cosas imposibles con la izquierda”, añade con picardía. Un accidente de pesca donde la victoria fue suya. Fue un pez espada y no el monstruo del lago Ness que intentó atrapar este verano (va en serio). Por increíble que parezca, el actor es de los que se salen con la suya. Incluso en Hollywood, donde, contra todo pronóstico, tiene un nuevo éxito televisivo, Anger Management, que el 10 de octubre inicia los nuevos capítulos de su segunda temporada en Paramount Comedy (dial 23 de Canal +) y lleva camino de ser una de las franquicias más millonarias de la televisión. Valorada en cerca de 600 millones de euros si logra los 150 episodios (en la cadena estadounidense FX está a punto de alcanzar los 50), Sheen puede llegar a embolsarse hasta el 40% de los beneficios. Como dijo en esa enloquecida gira que hizo por EE UU tras ser despedido y que tituló Mi violento torpedo de verdades, el vocablo “perder” no está en su diccionario. “Supongo que tenía razón y el resto estaban equivocados. Son muy rápidos a la hora de escribir tu obituario. Vale que no es normal que te despidan por un lado y te ofrezcan una oportunidad como esta. Pero yo sigo encontrándolas”, asegura alguien con más vidas que un gato.

En la serie ‘Anger Management’, Sheen ha implicado a parte de su familia: su padre aparece como actor (imagen de arriba); su hermana es guionista; su hermano, productor, y su sobrino, asistente personal. / FX NETWORKS / CORDON PRESS
Lo de Sheen es más que locura o drogadicción. “Su mente va 10 kilómetros por delante de todos mientras su cuerpo intenta alcanzarle”, le describe su compañera de rodaje Shawnee Smith. “Es genuinamente honrado. Entre tanta prensa amarilla se olvida su trabajo y es un gran profesional. Solo espero que su legado se fije en lo que realmente deja detrás, tanto artística como personalmente”, añade Brian Austin Green, también parte del elenco de Anger Management. Se refiere a películas como Platoon o Wall Street y a sus gestos de generosidad, que van desde arrimar el hombro y el bolsillo para ayudar a víctimas de desastres hasta conseguirle un perro lazarillo a un fan.
Si hay un método en la locura de Sheen es su pasión por el público. “Ellos no mienten”. Por eso va más allá del deber para sacarse una foto o firmar un autógrafo, “porque tú has decidido ser famoso, nadie te ha puesto una pistola en la cabeza, y ahora hay que cumplir”. Y también porque de niño padeció la arrogancia de sus ídolos, los jugadores de béisbol que tanto adoró, y no quiere olvidarlo. Una dedicación a la que el público responde porque incluso en su momento más bajo, cuando fue despedido, el 96% de los espectadores de Dos hombres y medio querían la vuelta del actor a un programa que nunca volvió a ser el mismo.
Eso no le hace un ángel. Ni antes ni ahora. Su relación con Kelly Preston acabó con lo que ambos definieron como un disparo accidental en el brazo de la actriz. Los papeles de su divorcio de Denise Richards hablan de un Sheen de coca hasta las cejas tras nacer su hija Sam o de una celebración cual ludópata con el nacimiento de Lola. Con Brooke Mueller, el matrimonio acabó entre acusaciones de violencia de género. Su agitación interior, su estado de alerta y su continuo movimiento hacen pensar en drogas. Los dos paquetes de Marlboro sobre la mesa, y de los que roba y enciende un cigarro que apaga rápidamente antes de que le echen de un ambiente de no fumadores, dejan claro que el tabaco sigue entre sus vicios, aunque fue portavoz de los cigarrillos electrónicos para dejar de fumar.

“Ya sea para agasajarme o para masacrarme, por extraño que parezca, esta industria me necesita. El interés sigue vivo”
Todavía le acompañan sus “diosas del sexo” y paga del orden de un millón de euros a sus exesposas y a sus hijos (recientemente ha sumado la llegada de su primera nieta, Luna). Eso dicen, porque hay dos cosas de las que Sheen no quiere hablar hoy. Ni de sexo ni de sus hijos. “Eso no le importa a nadie”. Para él su familia significa mucho, como demuestra la presencia en Anger Management de su padre como actor, su hermana Renee como guionista, su hermano Ramón como productor y su sobrino Taylor como asistente personal. Pero eso es trabajo. “La gente se piensa que es imposible confiar en él, pero, muy al contrario, lo da todo”, afirma Roman Coppola, su director en A glimpse inside the mind of Charles Swan III y su amigo desde sus correrías como chavales en el set de Apocalypse Now.Sheen ahora rueda dos episodios semanales de una serie donde él es el epicentro de toda trama. “¡Y qué le voy a hacer! ¡Me he comprometido! Además eso me mantiene alejado de los bares”, rumia con aparente sinceridad. Una falta de escándalos que, aunque sea irónico, puede dañar esa imagen que se ha creado de niño malo. Pero, como dice su amigo Rob Lowe, cercano desde esa infancia como parte del brat pack, aquellos mocosos de los ochenta, no hay de qué preocuparse porque “las adicciones de Charlie siempre están ahí, preparándose para dar el salto”. En estos momentos de calma, Sheen quiere hablar de un futuro próximo como jubilado –“en mi propia isla, como ­Johnny Depp”–, algo que venga después de un “superpapel dramático” en la gran pantalla. De momento, su próximo estreno es Machete mata, con Robert Rodríguez de director y él en el reparto con su nombre de pila, Carlos Estévez. No es lo mismo, pero, como resume Sheen, “el dinero no dará la felicidad, pero te puede asegurar una vida de puta madre”.



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