miércoles, 26 de octubre de 2016

Jenny Saville / La estética de la obesidad




Jenny Saville


Estética de la obesidad


Cuando la pintura se pregunta por la belleza de las mujeres gordas lo que está en juego es una investigación estética que pasa por los materiales, el color, la figura, la composición. Jenny Saville es una de las pintores más inteligentes en estos términos.

Sandra Barba
11 de octubre de 2011
La pintura también se trata de pintura 

Sospecho que el arte feminista empieza a aburrirnos. En ciertas reseñas, en uno que otro artículo, se entreve el fastidio. Aceptemos que hay algo de razón en uno de los reclamos más frecuentes: “no basta con llevar, de las calles a la pintura, los lemas de la protesta, las rimas de la marcha” y concedamos que algún tipo de fraude se comete cada vez que una causa política se trasplanta de manera simplona al arte. Representar la diversidad y reivindicar a las minorías son objetivos legítimos para las instituciones pero quizá sean insuficientes –al menos, por sí mismos– a la hora de decidir cuáles son los cuadros que deben colgar de las paredes de los museos y las galerías. Después de todo, la pintura también se trata de pintura, y no solo de democracia.









Branded
Branded (detalle), Jenny Saville, 1992. 

Las mujeres obesas son el batallón más nuevo en las filas de la diversidad. De unos años para acá, no han dejado de surgir voces que apuntan contra el imperio de la delgadez – empresas como Dove han tenido que redefinir sus campañas publicitarias para acercarse al cuerpo promedio de las estadounidense y ahora se organizan pasarelas de moda alternativas en algunas ciudades. El Fat Acceptance Movement también ha desmentido una de las creencias más arraigadas: el sobrepeso no siempre pone en riesgo a la salud.


Sin embargo, la entrada de las mujeres obesas a la pintura no puede apoyarse exclusivamente en la muleta de lo políticamente correcto. Declarar que “todos somos bellos” es suficiente para las canciones que se vuelven himnos, pienso enBeautiful de Christina Aguilera; aunque también es cierto que las demandas pop suelen rayar en el discurso de autoayuda –en el jingle, la cita célebre o el mantra que apenas consigue levantar momentáneamente la autoestima– haciendo que el eslogan “todos somos bellos” pierda su carga emotiva y, por lo tanto, su efectividad. La pintura, en cambio, no puede conformarse con la retórica. Cuando esta se pregunta por la belleza de las mujeres gordas lo que está en juego es una investigación estética que pasa por los materiales, el color, la figura, la composición. Jenny Saville es una de las pintores más inteligentes en estos términos. Su revisión del cuerpo no se marea en frases pegajosas ni en lemas políticos. 
Estética de la obesidad








Plan
Plan, Jenny Saville, 1993.

Jenny Saville se para frente al espejo y observa la piel delgadísima que pende bajo sus ojos –casi una hoja de papel que podría rasgarse de tan fina. Coloca una cámara en el piso y se fotografía desde el ángulo más desfavorecedor para las mujeres; de abajo hacia arriba y sin sentir vergüenza, Saville estudia el peso de cada parte de su cuerpo. Aprecia que sus mejillas cuelguen. La papada tiene la caída de una tela pesada y cara. Luego se levanta los senos –dos lujosas masas de carne, dos volúmenes que deben pintarse– y repara en el color morado de las venas, que algo tiene de fantasmagórico contra esa piel caucásica y fosforescente de tan blanca. El cuerpo se acomoda en cascadas de bultos y grasa. Los muslos gordos, anchos, rotundos tienen la consistencia de la lecha cortada.


Solo Saville es capaz de hacer de la panza el foco de la imagen. Pero sus pinturas no se asemejan a las fotografías de los cuerpos obesos que ilustran los libros de medicina; tampoco se inspiran en las tomas de frente y de perfil que sirven para promocionar productos dietéticos o aparatos para ejercitarse en casa. No. Para Saville el cuerpo es un material que ofrece una gama de volúmenes, de posibilidades para modelar la carne. No hace falta contener la respiración, fingirse un abdomen liso, contorsionarse para dar con la postura que oculte las lonjas ni perseguir el equilibrio de luz y sombra que disimule el sobrepeso. La estética de la obesidad encuentra en el óleo una pintura cremosa que se regodea en la masa; a cada oportunidad, Saville cita a De Kooning: flesh was the reason why oil painting was invented.









Bacchanal
Bacchanal, Peter Paul Rubens, siglo XVII.
Fulcrum

Fulcrum, Jenny Saville, 1999.
 

Tanto para Saville como para Rubens, los cuerpos son esculturas de carne que apuestan por la monumentalidad. ¿Qué si la cara se hincha? ¿Qué si el cuerpo se desborda ocupando casi todo el espacio del cuadro? No se trata de que haya menos sino de que haya más. Que haya demasiado para entonces apreciar la plasticidad del cuerpo. Mientras que el pintor barroco acomodaba los cuerpos desnudos y gordos en orgías barrocas; la artista inglesa puede apilar las mismas figuras en composiciones grotescas. Hay en ambos un nuevo pecado: la gula de la vista –y el espectador se llena los ojos como el comensal, la boca.








Dove
Campaña Real Beauty de la empresa Dove. 

No se trata de agradar –las mujeres de Saville nunca sonríen. Su pintura no es el paralelo artístico de la campaña de Dove que reunió a las “gordas bonitas” en la celebración de la belleza real para promocionar jabones. Sin decepcionarse por el cuerpo pero, sobre todo, sin proclamas simplonas, los óleos de Saville son una investigación plástica, cromática y compositiva de la obesidad. Y si algo afirman, en su devoción por la materia, es que la carne es presencia.



DE OTROS MUNDOS

DRAGON




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