lunes, 7 de agosto de 2017

Cate Blanchett y el despertar de la mala


Cate Blanchett y el despertar de la ‘mala malísima’

Ante la invasión de superheroínas perfectas en la pantalla, ¿dónde quedan las súpervillanas? Cate Blanchett será la primera de Marvel en el cine y pide incluir más personajes incómodos en pantalla.


“Estoy en la fase zorra, digamos que ese mercado me pertenece”. Así de orgullosa estaba Charlize Theron en 2012. Años después de hacerse con el Oscar por su papel de asesina en serie en Monster, la actriz disfrutaba poniéndose en la piel de la mala malísima (Blancanieves y la leyenda del cazador) o de la tía asocial, repelente y faltona (Young Adult): “Qué gran legado dejaré atrás, dirán: ‘interpretó a todas las zorras’“, contó a The Scotsman. A la intérprete todavía le quedaban unas cuantas súperzorrasmás en la recámara (Cipher en Fast & Furious 8 y otra vez Ravenna en Las crónicas de Blancanieves), antes de convertirse en la nueva superheroína patea culos oficial del cine gracias a títulos como Atómica o Mad Max. Todo esta transformación narrativa de pérfida a jefa absoluta la resume en una frase Anne Helen Petersen en su reciente ensayo sobre la evolución de la actriz. “Theron ya no es la zorra. Ahora es la tipa” (en inglés original, broad, palabra que se utiliza para referirse a las mujeres que ni son tan respetables como las ladies –señoras– ni son tan menospreciadas como las bitches –putas o zorras–”.
La transformación de Theron es lógica. En concordancia al repunte feminista de los últimos años, las pantallas se han llenado de mujeres poderosas, fuertes e inspiracionales. Modelos de conducta inmaculados y nada nocivos para que las niñas dejen de soñar con ser salvadas por príncipes y se planteen ser tan decididas como la Imperator Furiosa de Mad Max, la amazona de Wonder Woman o la justiciera Daenerys Targaryen en Juego de Tronos. Mujeres que matan al ‘ángel de la casa’ de Virginia Woolf y que toman el control de sus vidas sin rendir pleitesía ante nadie. Pero, ante este repunte de heroínas que hasta ahora habían brillado por su ausencia –Wonder Woman llega tras años de presión de los groupies y hasta documentales que lo reclamaban–, ¿dónde han quedado las villanas o esas tías que no caen bien al espectador, las incómodas, las que te revuelven en el asiento? ¿Existe un lavado intencionado de villanas en la cultura pop?


Cate Blanchett como Hela “Thor: Ragnarok” (2017). FOTO: CORDON PRESS
Cate Blanchett será la primera súpervillana de Marvel en el cine. Se pone en la piel de Hela, la malvada que roba el martillo del protagonista, en Thor: Ragnaroky está que no da crédito con tener que ostentar ese título. “Al principio no me creía que yo fuese la primera, pero luego me di cuenta de que sí”, dijo a E! recientemente. “Hay muchísimas, muchísimas pero que muchísimas villanas en los cómics, pero ha sido muy difícil traerlas a la pantalla, así que espero que a partir de ahora haya muchas más”, añadió. Poco se sabe de esta nueva malvada del celuloide y de la complejidad en pantalla de su personaje, pero en el trailer vemos cómo se carga a un pueblo entero y entona un “no soy una reina, ni un monstruo, soy la diosa de la muerte”,  para destacar su personalidad mientras viste de cuero negro a lo dominatrix emo.
Tras el impasse de la trilogía de malvadas de cuento que encarnaron Julia Roberts (la reina de Blancanieves), Angelina Jolie (Maléfica) y la citada Theron hace unos años, las zorras malvadas caricaturizadas vuelven en versión cómic gracias a Marvel este otoño. No ha sido algo fácil de conseguir. La propia Theron ha insistido en cómo no ha podido interpretar según qué papeles porque la mujer “no es maja” y “no le gustará” al público. “¿Nos tienen que gustar todas las mujeres? Hay esa especie de versión mágica de las mujeres en el cine, nada complejas: todas son madres o son unas zorras absolutas. Esta idea de que podemos encontrar humanidad en comportamientos humanos femeninos que no sean tan gentiles, a la gente parece que le asuste“. La australiana lo dijo en 2012, cuando todavía no se había extendido el debate sobre cuán feminista era una serie o una película, basándose en lo que algunos consideran como una escala de sororidad algo mística.

Las tres malvadas de cuento que habíamos visto en los últimos años. FOTO: CORDON PRESS
¿Es tu personaje una feminista ‘perfecta’?
“Cuando alguien empieza a discutir si una serie o una película es feminista todo se reduce a: ¿se alienea con la ideología? ¿Actúa esa mujer de forma ‘perfecta’?”, lamentaba la autora (y polémica) Jessa Cripsin en Flavorwire a propósito de las críticas que recibió el despiadado papel de Isabelle Huppert en Elle o el de Rosamund Pike en Perdida. “Lo que me encantó de Perdida era que el personaje era una mujer que usaba los estereotipos y expectativas del comportamiento femenino contra la sociedad. Entendió cómo se trata a las mujeres culturalmente y que podía aprovecharse de ello para simular su muerte”.

Rosamund Pike como Amy Dunne en ‘Perdida’ (2014). FOTO: CORDON PRESS
El cuento de la criada o el uso de ‘villanas-moraleja’
La crítica por esta supuesta falta de ‘perfección feminista’ ha salpicado hasta la serie The Handmaid’s Tale (que no al libro)a la que se le acusa de no serlo por el simple hecho de incluir a “verdaderas villanas” que sustentan el poder contra la heroína y las oprimidas. Una visión reduccionista que contrasta con la inyección intencionada de rebeldía y sororidad a su protagonista respecto al personaje original del libro (ojo,spoilers. En la novela de Margaret Atwood Offred es mucho más pasiva: nunca protesta en la calle antes de la república de Gilead, nunca investiga a su ‘señor’, no se anima a tirar la primera piedra en las lapidaciones y su detención no viene motivada, o lo parece, por haber liderado una rebelión junto a sus compañeras criadas, como la que se observa en el último capítulo de la primera temporada. En el libro, de hecho, la escena final de todas unidas y orgullosas desfilando como una tropa militar nunca ocurre).

Yvonne Strahovski como Serena Joy en ‘Handmaid’s Tale’. FOTO: HULU/CORDON PRESS
Las villanas de la serie son, de hecho, necesarias para reforzar la moraleja de la historia contra el feminismo conservador o neoliberal, ese al que se adscriben figuras como Theresa May o, en nuestro país, Andrea Levy o Cristina Cifuentes. Los productores de la serie, entre los que se encuentra Elisabeth Moss, han dotado de mayor complejidad a una de sus malvadas. Serena Joy no es solo la presentadora televangelista que se menciona superficialmente en el libro, el show rellena vacíos de su pasado para enfatizar su discurso contra la represión femenina y alertar de los peligros de predicar con la sumisión al hombre.
En la serie se descubre que Serena, antes del república de Gilead, era una escritora de éxito por libros que hacían apología de la domesticidad y defendían una especie de liberación femenina a través de esposas sumisas dedicadas al bienestar de sus maridos. La propia Serena es la principal ideóloga de Gilead. Ella redacta las bases morales y las leyes machistas sobre las que sustenta después esta sociedad. Una república que después la aplasta y la priva del poder, siguiendo a pies puntillas el discurso que ella misma había redactado. Atrapada en una sociedad que ella misma ha ayudado a construir, sin poder de decisión en las altas esfera y profundamente molesta por esa negación hacia su intelecto y persona, Joy ejerce su malvado poder, el único que le queda, contra las más débiles, las criadas, como vía de escape a esa represión patriarcal que ella misma ha edificado. Su personaje, la lectura de su maldad contra las mujeres, es un instrumento que refuerza la moraleja constante de la historia.

Yvonne Strahovski (Serena Joy) con Ann Dowd (Tía Lydia), frente a las criadas en un moemento de ‘The handmaid’s tale’. FOTO: HULU/ CORDON PRESS
Cersei y Claire (o el triunfo de la superzorra televisiva)
Quiero personajes que hagan maldades, y que se salgan con la suya. Quiero personajes que piensen mal y que tomen pésimas decisiones. Quiero personajes que cometan errores y que se pongan en su sitio sin tener que pedir perdón por ello”, contaba Roxanne Gay en su ensayo No he venido a hacer amigos (o la importancia de los personajes femeninos que no gustan). Aunque el texto de Gay se centraba específicamente en el papel de Charlize Theron en Young Adult y la ficticia Amy Dunne en Perdida, algunos de sus pasajes vuelven a estar de relevancia frente al despertar de las súperzorras televisivas. Cersei Lannister (Lena Headey, Juego de Tronos) o Claire Underwood (Robin Wright, House of Cards) vapulean con altos niveles de bitchismo a otras primas contemporáneas como la crazy bitch, pero con corazón de oro, tipo Rebecca Bunch (Rachel Bloom) en Crazy Ex Girlfriend) o la bitch hembra alpha triunfadora tipo Madeline McKenzie (Reese Witherspoon, Big Little Lies) o Diane Lockhart (Christine Baranski, The Good Fight).

Claire Underwood (Robin Wright) en House of Cards. FOTO: NETFLIX/ CORDON PRESS
“Las mujeres necesitan a Claire como aliada feminista igual que un pez necesita a un leñador”, lamentaban desde The Atlantic a propósito de varios ensayos que ensalzaron al personaje en la segunda temporada, con la trama dedicada a la revelación de haber sido violada por un militar. Es evidente que la moralidad no invita a querer a Claire: es cómplice de asesinatos, despide a mujeres sin motivo, opta por el camino del terror en la política y ejerce su poder de forma despiadada contra cualquiera. Pero también es un personaje que ha luchado por prosperar y hacerse escuchar en un mundo de hombres, aislada emocionalmente por voluntad propia pese a sus escarceos y a la que no le ha importado romper tabús públicamente sobre lo femenino y las supuestas vergüenzas de pasar por tres abortos y una violación. Su complejidad enriquece a su personaje.
“Estaría bien que dejásemos atrás esas asunciones infantiles sobre cómo actúan las mujeres en la ficción. Sí, me gusta el personaje de Claire Underwood, pero no porque deba ser un modelo de conducta feminista. Me gusta por la misma razón que me gusta Don Draper, ese misógino mujeriego”, defendía Amanda Marcotte, atacando a aquellos que “tienen asumido que las mujeres buscamos en la ficción a modelos de conducta”.

Lena Headey como Cersei Lannisten en ‘Juego de Tronos’. FOTO: HBO/ CORDON PRESS
Apliquen esa alergia social a alabar la brillante complejidad a Cersei Lannister, infravalorada en la cultura del meme frente al enaltecimiento continuo de heroínas justicieras como Arya Stark o Daenerys Targaryen. Cersei se ha convertido en una de las villanas más épicas de la ficción. (Más spoilers) Encorsetada por un padre machista que la obligó a casarse con un hombre que no amaba, apartada de la toma de decisiones familiares por el simple hecho de ser mujer, encarcelada por mantener relaciones sexuales, violada y expuesta al walk of shame más desgarrador de la historia televisiva. Sí, esa mujer víctima del patriarcado de su reino también es la misma que mantiene relaciones sexuales con su hermano, se ha cargado a media ciudad y está liderando auténticas matanzas con el afán de clamar venganza (simétrica) por el asesinato de sus hijos y de perpetrar monstruosidades inimaginables por hacerse con los siete reinos. No, Cersei no es un modelo de conducta feminista. Nadie espera que lo sea. Pero negarle reconocimiento a su personaje (y a la excelsa Lena Headey) por su afilada maldad y porque no encaja con los valores feministas que se esperan de una mujer hoy en día sería totalmente injusto.
En su libro de ensayos All the lives I want, Alana Massey hace hincapié en cómo la ‘crazy bitch’ ha pasado de ser un estreotipo machista a un adjetivo empoderador.”He visto cómo el bitches be crazy se ha convertido más que una frase de tíos diciendo que las mujeres están locas, en un lema reapropiado por las mujeres con derecho a defender su locura. Escucho esa frase y pienso en un grito de batalla. Veo a una colona liderando a otras mujeres y diciendo a los hombres: ‘os quitamos el zorra, ahora venimos por el loca“. Porque por cada heroína feminista sin mácula que gana terreno en el último taquillazo, hay una zorra malísima al fondo de la pantalla, esperando su turno para aventajarla.


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